viernes, 11 de abril de 2014

¿QUIÉN MANDA AQUÍ?

Por Yago López
Ayer, cientos de ciudadanos, cerca de un millar, salieron a la calle en Gualadajara para protestar por las deficiencias que presenta -aseguran- el nuevo transporte urbano de la ciudad desde que se aplicara la reforma integral del servicio hace ya un año. Un proyecto que levantó muchas críticas en su nacimiento pero que aún así siguió adelante sin apenas modificaciones, porque al fin y al cabo en estos tiempos gobernar es sinónimo de imponer.
De hecho, esta máxima es ya un clásico. Lo vemos en todas las ciudades y a todos los niveles. Lo mismo vale para la participación del Estado en una guerra que para la construcción de un parque municipal. En todos los casos quién decide es el gobernante y lo que piensa el ciudadano importa un comino.
Lo curioso del caso es que luego a estos mismos dirigentes se les llena la boca hablando de democracia y, sobre todo, del peligro que suponen los grupos “radicales” que desequilibran el sistema pidiendo iracundos dignidad y otras barbaridades como la derogación de la sagrada constitución al considerarla obsoleta. Dicen estos garantes de las libertades que estos extremos ponen en peligro la voz de la mayoría, pero lo que cabe preguntarse es si hay alguien que la escuche al otro lado.
Es un tópico lo de que el voto no es un cheque en blanco, pero por obvio no deja de ser verdad. Desde el Ayuntamiento de Guadalajara gobiernan a diario con la posesión de la verdad por bandera y, partiendo siempre de la buena voluntad, que se le presupone a toda persona, dirigen la ciudad con la mejor de las intenciones que los vecinos, pobres ignorantes, en ocasiones no saben o no pueden entender.
El problema es de raíz porque, por lo visto, creen firmemente que en eso consiste su trabajo. Los ciudadanos les eligieron, para ellos basándose en el mejor de los criterios, y son ellos, por tanto, los que deben tomar la decisiones que para eso están cualificados. Sorprende, sin embargo, que la capacidad para elegir del ciudadano desaparezca en cuanto se cierran los colegios electorales.
Hay avances, aunque no demasiados, en materia de participación ciudadana en algunos municipios de España. Sin embargo, en Guadalajara la cosa va de mal en peor y solo se le da voz al vecino para que elija en una web los grupos musicales que le gustaría que tocasen en fiesta. Me parece bien que se pida opinión a los habitantes de la capital sobre que bandas quieren que amenicen su feria pero que éste sea el único asunto municipal que se les consulte suena a recochineo.
Claro que al hándicap de que no se escuche al ciudadano hay que unir también la falta de mecanismos viables y fiables para hacerlo. Las mesas y consejos sectoriales no son nada representativas del sentir social y las campañas de la oposición o de las empresas involucradas tienen, obviamente, su correspondiente sesgo.
En el caso de los autobuses se dan todas esas circunstancias juntas y al final quien sale perdiendo es siempre el mismo: el usuario. Son cientos de personas de la ciudad en desacuerdo con el nuevo sistema pero, mientras el Ayuntamiento no le de credibilidad porque apela a la minoría silenciosa y satisfecha que descansa en su casa cuando algunos de sus vecinos de manifiestan mediatizados por la oposición, no habrá caso. Y si además refuerza su creencia con una encuesta interna de la empresa interesada, apaga y vámonos.
Por tanto, la cuestión es volver al principio y decidir quién manda aquí, si los vecinos o los dirigentes.

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